Cómo afrontar el diseño de un Museo Etnológico

Entendemos por “museo etnológico” una institución donde el patrimonio etnológico se conserva, representa y gestiona. Esta clasificación puede incluir museos regionales, de arqueología, antropología, etnografía, así como museos de memoria en lugares reales o los ecomuseos.

En Europa, el nacimiento de este tipo de museos tiene muchas veces origen en colecciones privadas de arte y objetos de otras culturas, considerados “exóticos” y pertenecientes a sociedades primitivas. Con el paso de las décadas se ha producido, afortunadamente, una diversificación de enfoques y de colecciones que incluyen folklore local, cultura tradicional, artes populares o patrimonio material e inmaterial.

Los museos etnológicos, como instituciones dedicadas a la preservación, investigación y exhibición de la cultura material e inmaterial de diferentes sociedades, desempeñan un papel crucial en la comprensión y apreciación de la diversidad cultural. Estos espacios no solo presentan artefactos y tradiciones, sino que también deben fomentar el diálogo intercultural y la reflexión sobre la identidad.

El diseño en los museos no es meramente estético; es una herramienta poderosa para comunicar mensajes, generar emociones y facilitar la comprensión del patrimonio cultural. En el caso de los museos etnológicos, el enfoque museográfico toma especial relevancia.

Tradicionalmente, los museos etnológicos se presentaban como una exhibición de objetos diversos y de distintas tipologías ordenados por cronología y/o, sobre todo, procedencia. El diseño de los museos etnológicos ha experimentado una evolución significativa a lo largo del tiempo, reflejando cambios en las prácticas museísticas, así como en las actitudes hacia el patrimonio cultural y las comunidades representadas.

Las nuevas perspectivas museológicas así como las miradas críticas al colonialismo cultural ofrecen un mundo de oportunidades para presentar otro tipo de relatos y enfoques. Desde los primeros gabinetes de curiosidades hasta los museos contemporáneos, el diseño ha pasado de ser meramente expositivo a centrarse en la participación del público, la contextualización cultural y la inclusión de múltiples perspectivas.

La relación directa de los museos etnográficos con la antropología los han convertido, durante décadas, en el reflejo o extensión de una investigación teórica. Sin embargo, el museo no es un documento sino un lugar donde el público, las piezas originales y los expertos pueden encontrarse e interactuar.

Este intercambio nutritivo va mucho más allá de la visión del museo como lugar estático que anula sus colecciones al aislarlas y recluirlas para su propia conservación. Algunas tendencias defienden el museo al servicio de la idea, en vez de estar al servicio del objeto. Aún más extendida es la visión del museo etnológico como lugar de preguntas, debates y democracia cultural, de explorar el presente, el pasado y el futuro (Pomian, 1996).

Otro de los nuevos enfoques más destacados para los museos etnológicos es el de actuar como laboratorio, destacando así su función investigadora y cumpliendo con un rol como centro de investigación social, de pensamiento y de dinamización comunitaria (cf. Pereiro y Vilar, 2002).

En todos estos casos y usos, la museografía y el diseño expositivo reflejan la tendencia de cada museo etnológico. ¿Cómo se presentan las piezas? ¿Contamos con zonas de participación activa? ¿Se apela al pensamiento crítico y a las emociones del visitante? ¿Cómo es el recorrido durante la visita?

Todo museo etnológico plantea una serie de desafíos y dilemas prácticos y éticos particulares, desde la selección y presentación de objetos sensibles hasta la representación de culturas minoritarias.

Es fundamental abordar estos desafíos con sensibilidad y respeto, involucrando a las comunidades representadas en el proceso de diseño y adoptando enfoques éticos en todas las etapas del proyecto. Por ejemplo, trabajar en colaboración con las comunidades representadas facilita el hecho de garantizar que el museo refleje con precisión sus valores y perspectivas.

Presentando nuevos lenguajes, temas y miradas se abren oportunidades para la inclusión y la innovación social. En este sentido, la participación del público cercano al museo es indispensable para mantener al museo vivo y activo dentro de la comunidad. Los museos etnológicos pueden transformarse y tener un rol de gran importancia en las sociedades contemporáneas.

Algunos ejemplos inspiradores demuestran cómo un diseño innovador puede transformar la experiencia del visitante, promover la diversidad, y contribuir al desarrollo de las comunidades locales y globales.
Uno de los museos etnológicos históricamente más influyentes a nivel mundial fue el Musée de la Civilisation, inaugurado en 1988 en el Québec (Canadá) que se define como "lugar de conocimientos y de ideas, un museo con ricas colecciones, un centro educativo y de memoria". Busca aportar una visión dinámica sobre la experiencia humana en conjunto, con una mirada preferente sobre la realidad del Québec y las culturas que han interactuado con la región a lo largo de la historia.

Una de sus exposiciones inaugurales fue Mémoires, que no solo ofrecía una mirada a objetos a menudo olvidados. Además, mostraba el pasado dejando claro al visitante que ese recuerdo no es el pasado en sí, si no una lectura del mismo, pues nada está libre de interpretaciones y sesgos.

Del Québec a Valencia, queremos destacar el Museu Valencià d’Etnologia (L’ETNO), elegido como el mejor museo europeo en 2023. Su director Joan Seguí considera que un buen museo es aquel que “te hace plantearte dudas y descubrir cosas que no conoces”. “Si al final de la visita te hemos generado una reflexión ya hemos conseguido nuestro objetivo”.

La exposición permanente de L’ETNO “No es fácil ser valenciano, ni valenciana”, ganadora del Premio EMYA (European Museum of the Year Award), recoge objetos cotidianos de diferentes épocas a través de los cuales se muestra la evolución social de la sociedad valenciana.

Textos cortos pero concisos acompañan impresionantes escenografías que acercan los contenidos de una forma sensorial y directa, pero no exenta de crítica. Por ejemplo, se utiliza una cabina telefónica como recurso para hablar de la migración; o la imagen de una mujer sin hogar que duerme en un banco, como representación del problema de la soledad en la sociedad contemporánea, de la pobreza y de la exclusión social.

A lo largo de los últimos 50 años son muchos los museos etnológicos que se han ido transformando en entidades más abiertas, críticas y sociales. En el contexto actual, difícilmente sigue habiendo cabida a los gabinetes de curiosidades que reúnen objetos de diversas tipologías y orígenes sin aportar lecturas más profundas a su alrededor.

Uno de los retos principales es hacer que estas instituciones estén realmente vinculadas con la sociedad actual y los retos globales de los ciudadanos, tanto aquellos de su alrededor, como los de otras partes del mundo.

Es imposible simplificar y dar una respuesta única para conseguir un museo etnológico de éxito, lo que está claro es que son instituciones muy sensibles a miradas cambiantes y usos políticos, pero también a convertirse en foros, puntos de encuentro y lugares enriquecedores.
Tendencias museográficas globales como la interactividad y la interdisciplinariedad afectan especialmente a un museo etnológico. Podemos esperar un mayor énfasis en la co-creación con las comunidades representadas, la digitalización del patrimonio cultural y la adopción de enfoques de diseño sostenibles que reflejen los valores y necesidades cambiantes de nuestra sociedad globalizada.

BIBLIOGRAFÍA

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